Escuela rural Gregoria Matorras

¿Qué pasó con la escuelita rural de la Estancita “Gregoria Matorras”?

Aunque muchos no saben de su existencia, este espacio educativo acaba de cumplir 100 años y su último edificio su 50° aniversario. Hoy cuenta con 11 alumnos.
Elinor Tulián es Directora y personal única de la escuelita de La Estancita
hace 27 años, junto a ella conoceremos anécdotas, la historia y la realidad
actual de esta institución escondida en un paraje de las Sierras Chicas.

Desde Villa los Altos en Río Ceballos, yendo por el camino Del Cuadrado hacia Valle Hermoso, a los 10 kilómetros se visualiza, a la derecha, el ingreso a “La Estancita”, lugar reconocido por su salto de 13 metros, una de las cascadas más destacadas de la región.
Partiendo de la ruta hasta la caída de agua se debe transitar 2 kilómetros de tierra, pero si se toma a la izquierda de la bifurcación, que está un kilómetro antes, llegaremos a un paraje con escuela, iglesia y un par de chalets. A este establecimiento rural asisten desde hace alrededor de 100 años los hijos de los peones y caseros de los campos de la zona, como lo hizo su actual Directora y única maestra Elinor Tulián, que en su niñez creció en la estancia Potrero de Niz y asistió a la escuelita que hoy conduce.

¿Cuándo fue fundada la escuela de La Estancita?
Se considera que se fundó entre 1920 a 1923. La necesidad era tener una escuela para los niños de los peones de las estancias de la zona.
Comenzó a funcionar primero en distintas casas de familia, y luego junto al boliche viejo, ahí estuvo por muchos años hasta que en 1970 los Indarte -que es la familia dueña del campo que rodea todo el colegio- construyó y donó el edificio donde estamos actualmente.

¿Cuánto tiempo lleva siendo directora y por qué eligió trabajar en este
instituto?
Hace 27 años que estoy en este colegio. Yo llego a él por una suplencia a una maestra, luego ella fallece así que paso a ser interina y finalmente me volví titular.
Yo hice mi escuelita primaria ahí, mi padre trabajaba en la estancia Potrero de Niz y desde ese lugar yo me iba a la escuela, a unos 7 kilómetros.

Esta maestra, por comentarios de las familias del lugar, se entera que yo estaba recibida, me contactó y me ofreció el cargo. Yo acepté inmediatamente porque quería volver a mi lugar. Ya había trabajado en dos escuelas (en la de Los Molles que también es rural y en “La Reconquista” de Salsipuedes) así que me encantaba esta realidad que ya la había vivido también en mi niñez; para mí era un sueño volver a mi lugar y ese sueño se me cumplió.

¿De dónde son sus estudiantes y qué edades tienen?
La zona está bastante despoblada, ya no hay muchas familias en el lugar, así que de acá son tres niños: dos de 4 años, uno vive de la estancia Potrero de Niz, otro de la estancia La Serrana y otro que está a 200 metros de la escuela, que su mamá es casera de un chalet.
Los demás niños concurren desde Río Ceballos, los traslada un transporte que viene hasta el lugar; ahora también tenemos alumnos con necesidades especiales, que llegan de esa forma a la escuela. Las edades van desde los 4 a 11 años. Este 2021 no contamos con sexto grado, pero la escuelita está abierta y en cualquier momento puede entrar un alumno a cualquier curso. Los estudiantes con los que contamos ahora son 11.
En otras oportunidades hemos tenido chicos que eran hijos de exalumnos de nuestra escuela que eligieron para ellos este espacio.
El transporte escolar se consiguió gracias a una propuesta que presentamos en el Concejo Deliberante de Río Ceballos en el marco del proyecto “Concejal por un día”, la solicitud tuvo relevancia y así obtuvimos el transporte al año siguiente. Esta fue una experiencia hermosa porque los chicos vieron que lo que habían preparado en base a la necesidad que tenían la pudieron resolver desde ese lugar, es decir, siendo concejales por un día.

En esta institución ¿hay alguna materia diferente que no haya en otros
colegios?
No, tenemos las mismas materias pero por ejemplo plástica y música, las damos nosotros, los mismos docentes; estoy yo y otra maestra que ahora está en tareas pasivas (como la biblioteca por ejemplo) con la que nos ayudamos y
acompañamos. Tienen una sola materia especial que es educación física, la docente es itinerante, ella va a todas las escuelas rurales de la zona que en total son 5, la nuestra es su escuela base.

¿Existe la posibilidad de que dispongan de un nivel secundario?
Para poder tener un nivel secundario deberíamos tener una cantidad mayor de niños, a nosotros por año nos termina la primaria uno o dos alumnos, así que no hay posibilidades de tener secundario. Lo mismo pasa con el nivel inicial, y por eso está integrado a la escuela primaria, entonces no se puede contar con una maestra para
ese nivel. En la zona no hay mucha población escolar para que la escuela
secundaria se pueda formar.

¿Reciben ayuda o colaboración de alguien?
En La Estancita hay muchos lugares a los que vienen niños a hacer sus visitas, hay un albergue, el colegio de las monjas (de las Dominicas y del Corazón de María que están en la zona del salto) y también gente que viene a visitarnos. La mayoría de las visitas tienen un proyecto social que nos favorece a nosotros con ayuda o donaciones de útiles escolares, materiales para plástica, para música. Algunos se ponen en contacto con anterioridad y nos preguntan cuáles son nuestras necesidades y a partir de ahí trabajan con su proyecto. Desde la música y la plástica hay colaboraciones con otros colegios y generalmente esas escuelas que llegan nos dan donaciones.
También hay un lugar en la zona que hace turismo extranjero que cuando tenemos alguna necesidad grande, se las planteamos y nos hacen alguna colaboración como, por ejemplo, su última donación fue la cocina. Y el Estado nos hace algunos arreglos edilicios, se encarga de eso la Municipalidad con el Fodemep que viene de la provincia.

¿Qué se siente ser Directora de este colegio?
Para mí, esto es un sueño cumplido. La verdad que estar en el lugar, tener que irte para avanzar, volver y saber que retribuís a aquello donde fueron tus inicios, para mí es muy emotivo. También tuve una familia que me apoyó mucho y así logré terminar mis estudios y recibirme. Es lo que transmito hoy a mis alumnos, que sepan que siempre se puede y que todo lo que se propongan lo van a conseguir.
El estar con estos niños es como abrirles puertas, lo compartimos y lo vivimos juntos. Es una conexión que generás con ellos, te devuelven eso que vos das, te lo demuestran con aprendizajes.
Cuando los alumnos siguen estudiando, para nosotros es un halago saber que ellos pudieron seguir. O cuando algún alumno se vuelve a contactar para agradecer y recordar lo que fue aprender en nuestro colegio, es otro regalo que la vida nos da.

No cambio por nada la escuela rural. Para mí ha sido mucho, agradezco a la vida haber podido estar y haber podido volver a mi lugar.

Por Ariana Mossano y Valentina Masco. Instituto Educativo Nuevo Milenio.

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